Pero, ¿qué es realmente esta reunión, sino un concilio de los más ilustres en la inoperancia y la irrelevancia?
Piensa en una asamblea donde los temas de discusión son cómo mantenerse en el poder, cómo hacer que la propaganda suene a verdad, y cómo culpar al imperialismo estadounidense de todos los males. Es como un reality show donde el único trofeo es la tenacidad de su ego en el poder.
Esta cumbre es el emblema de que la influencia en la política mundial no se mide por lo que uno logra, sino por el escándalo que uno puede generar. Venezuela, Nicaragua y Cuba, tres países que juntos tienen menos PIB que algunas ciudades de EE.UU., se sientan en la mesa como si de ellos dependiera el destino del planeta. ¿Patético? Oh, sin duda.
La banda de esta cumbre compone una sinfonía de promesas vacías, cada nota un intento desesperado de auto-convencerse de que no están en una caída libre hacia la obsolescencia. Es como un concurso de talentos donde todos los participantes creen ser estrellas, pero el público ya se marchó hace mucho.
La Cumbre de los Pueblos del ALBA es tan relevante como un reality show que fue cancelado, pero que aún se transmite por pura inercia. Es un monumento a que la política, como la comedia, a veces depende de la persistencia irónica de lo absurdo. Y lo más patético de todo, lo que se diga o haga aquí, solo puede resonar en las mentes tan vacías como el hueco de un tambor, donde solo el eco de su propia propaganda encuentra un hogar.