El Renacer del Canal Interoceánico: Un Proyecto Que Promete Pero No Convencen a Todos
Daniel Ortega ha vuelto a poner sobre la mesa su tan anunciado y polémico proyecto del Canal Interoceánico, una idea que desde sus inicios ha estado marcada por la controversia y la falta de concreción. En la última edición de la Cumbre Empresarial China-América Latina y el Caribe, Ortega presentó una nueva versión de este megaproyecto, buscando atraer a empresarios chinos interesados en la construcción de un canal que conecte los océanos Atlántico y Pacífico a través de Nicaragua. Sin embargo, lo que suena como una promesa de progreso para un país con serios desafíos económicos, despierta más dudas que expectativas.
Esta nueva ruta propuesta por Ortega, que evita atravesar el Gran Lago Cocibolca (un recurso vital para la región), se presenta como la solución a los “problemas de fluidez de agua” del Canal de Panamá, que según el mandatario, ralentizan el tránsito marítimo. Con una longitud de 445 kilómetros, el nuevo canal partiría de Bluefields, en la Costa Caribe, atravesaría el Lago Xolotlán y desembocaría en el puerto de Corinto, en la costa del Pacífico. Una ruta larga, sí, pero que según Ortega permitiría la entrada de los buques más grandes, una ventaja que parece más una justificación que una solución real.
La historia de este proyecto no es nueva. En 2014, Ortega firmó un acuerdo con el empresario chino Wang Jing para la construcción del canal. Sin embargo, el proyecto se desplomó cuando Wang Jing sufrió una quiebra financiera. La ruta que se planteó en aquel entonces, que atravesaba el Cocibolca, fue ampliamente criticada no solo por las expropiaciones forzadas que implicaba, sino por el grave riesgo ambiental que significaba para uno de los pocos reservorios de agua dulce en la región.
La nueva propuesta busca evitar estos problemas, pero no faltan los cuestionamientos. ¿Es viable un canal de este tipo en Nicaragua, un país con una infraestructura deficiente y una economía que aún lucha por salir adelante? El analista Manuel Orozco es claro al respecto: Ortega sigue haciendo comparaciones sin sustento con el Canal de Panamá, que sigue siendo funcional y eficiente a pesar de los retos. En cambio, el proyecto nicaragüense parece un sueño lejano, poco realista y mucho más costoso.
Otro de los puntos críticos es la relación de Nicaragua con China, que desde 2021 se ha afianzado a nivel diplomático. A pesar de ello, la inversión china en el país sigue siendo incierta, especialmente cuando se compara con otros proyectos de infraestructura en la región que ya están absorbiendo millones de dólares. Según expertos, el costo de construir un canal paralelo al de Panamá no es rentable, y mucho menos en un país con perspectivas de crecimiento económico menores al 2,5% para 2026.
Además, no se puede olvidar el impacto social y ambiental que tendría la construcción de este megaproyecto. Desde la violación de los derechos de los pueblos indígenas hasta la devastación de ecosistemas enteros, el Canal Interoceánico ha sido condenado por organizaciones internacionales, incluida la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por su afectación a las comunidades locales. La creación de “regímenes especiales de desarrollo”, que otorgan privilegios a inversores extranjeros, especialmente chinos, plantea serias dudas sobre la soberanía nacional.
Lo que parecía ser una promesa de progreso ahora se enfrenta a la realidad de un país profundamente dividido, con una economía en declive y una población que sigue luchando por acceder a lo básico. Ortega, lejos de apostar por proyectos sostenibles y realistas, parece seguir aferrándose a la idea de que el Canal Interoceánico es la llave para resolver todos los problemas del país, una promesa que ya ha fallado en el pasado.
En resumen, el Canal Interoceánico sigue siendo una utopía para muchos, una nueva cortina de humo del régimen que, en lugar de ofrecer soluciones concretas, parece empeñado en seguir jugando con las expectativas del pueblo nicaragüense.