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Ortega y Murillo Adoptan una Postura Pragmatista: Cooperación Silenciosa en Deportaciones y Distanciamiento de la Causa Propalestina

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Ortega y Murillo ante Trump: Cooperación Silenciosa y Retiro de la Causa Propalestina

El régimen nicaragüense suaviza su postura hacia Estados Unidos y coopera discretamente en políticas de deportación, mientras se retira de la causa propalestina.

El régimen nicaragüense ha adoptado un perfil bajo frente al regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, mostrando una sorprendente prudencia frente a lo que antes era su principal enemigo, el “imperialismo yanqui”. Aunque tradicionalmente Ortega y Murillo se han mantenido en una postura combativa contra Washington, especialmente durante la presidencia de Joe Biden, ahora la pareja copresidencial ha optado por una estrategia más cautelosa, particularmente en lo que respecta a la cuestión migratoria.

Desde que Trump asumió nuevamente el poder, el régimen nicaragüense ha comenzado a cooperar discretamente con su política de deportaciones. Este cambio de actitud se hizo evidente cuando, en el último mes, llegaron a Managua varios vuelos con migrantes deportados desde Estados Unidos. A diferencia de los tiempos de la Administración Biden, cuando los medios oficialistas anunciaban con bombos y platillos la llegada de los deportados, esta vez la propaganda sandinista ha guardado silencio. Ni Ortega ni Murillo han mencionado los vuelos, dando a entender una tacita aceptación de las políticas de Trump, en un claro contraste con la retórica agresiva que solían usar contra el gobierno estadounidense.

A lo largo de su mandato, Ortega ha sido conocido por sus constantes ataques verbales a figuras del poder en Washington, especialmente a Joe Biden. Sin embargo, desde que Trump regresó a la presidencia, el discurso del caudillo sandinista ha cambiado. En lugar de arremeter contra el magnate republicano, Ortega ha optado por mantener un silencio calculado. Desde enero de 2024, el presidente nicaragüense ha evitado mencionar a Trump en sus discursos, a pesar de que solía referirse al “imperialismo yanqui” de manera directa durante la Administración Biden.

Este giro en la postura de Ortega y Murillo no pasa desapercibido para los analistas. Según Haydée Castillo, activista y opositora, “el régimen sandinista no tiene otra prioridad que mantenerse en el poder y defender sus privilegios”. En su opinión, esto explica la disposición del régimen a colaborar con la Administración de Trump, incluso si ello implica aceptar políticas que previamente habrían sido rechazadas de manera vehemente. Para Ortega y Murillo, cualquier escenario que les permita asegurar su permanencia en el poder, como cooperar con la política migratoria de Trump o reforzar su control sobre el Estado, es una opción viable.

Durante la primera Administración de Trump (2017-2021), Ortega también evitó atacar al presidente estadounidense de manera directa, a pesar de las sanciones impuestas por Washington. Sin embargo, fue bajo la presidencia de Biden que el discurso del régimen se tornó más agresivo, adoptando una postura más beligerante y victimista. Ahora, con el regreso de Trump, el régimen ha decidido adoptar una estrategia más pragmática: cooperar en lo que sea necesario, como con las deportaciones, mientras se mantiene el discurso de resistencia ideológica hacia el exterior.

Juan Carlos Gutiérrez, sociólogo y analista político, explica que la clave de esta actitud es la imprevisibilidad de Trump: “Si lo atacas de frente, no sabes cómo puede reaccionar. Ortega y Murillo prefieren no provocarlo y mantenerse en silencio, sabiendo lo que le pasó a Nicolás Maduro con las sanciones petroleras”, dice, refiriéndose a las medidas de Trump contra el gobierno venezolano. Este pragmatismo tiene como fin evitar ser el blanco de medidas punitivas adicionales, mientras el régimen de Ortega y Murillo busca mantener su estabilidad interna y su relación con aliados como China.

Mientras tanto, a nivel interno, Ortega y Murillo continúan con su esquema represivo. La reforma constitucional que refuerza el control de la figura “copresidencial” sobre el Estado y las fuerzas armadas sigue en pie, y el ejército de paramilitares, que ya suma más de 70,000 miembros, mantiene el control del país mediante el terror y la represión. A pesar de esto, el régimen mantiene un doble discurso: mientras dentro de Nicaragua se proyecta una imagen de fuerza y resistencia, hacia fuera se muestra un pragmatismo más calculado.

Gutiérrez agrega que, aunque por ahora Ortega y Murillo no parecen ser una prioridad para Trump, el régimen mantiene la esperanza de que los arreglos geopolíticos entre Rusia y Estados Unidos sobre Ucrania les den algo de tiempo. No obstante, también existe una preocupación sobre cómo los cambios en la política exterior de Trump puedan afectar a Nicaragua, especialmente si se reactivan las políticas de sanciones o se retoman las disputas sobre la influencia en la región.

En cuanto a la política transaccional de Trump, los analistas internacionales coinciden en que si el régimen de Ortega y Murillo encuentra una vía para cooperar en los intereses de la Casa Blanca, no dudará en hacerlo, sin que eso signifique una verdadera transformación en su postura frente a los derechos humanos y la democracia.

Por lo tanto, mientras la Casa Blanca observa cautelosa el comportamiento de Ortega y Murillo, el régimen sandinista sigue adelante con su agenda interna, esperando ver cómo se mueve el tablero político estadounidense antes de comprometerse abiertamente con la Administración de Trump.

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