Los cambios garantizan la permanencia del matrimonio en el poder y eliminan la separación de poderes
Desde que Ortega y su esposa Murillo tomaron las riendas del país, la democracia y la separación de poderes han quedado en el olvido. La reciente reforma constitucional es la cereza en el pastel de su proyecto dinástico. La creación de los cargos de “copresidente” y “copresidenta” les permite gobernar como una pareja real, sin oposición. Además, la extensión del periodo presidencial de cinco a seis años asegura que su reinado se prolongue hasta 2028, eliminando cualquier posibilidad de cambio en el horizonte cercano.
Esta reforma también aniquila la independencia de los poderes del Estado, sometiéndolos a su voluntad. La posibilidad de nombrar y destituir a altos funcionarios a su antojo convierte al gobierno en una extensión de su voluntad personal. La creación de la “Policía Voluntaria” es otro movimiento maquiavélico, permitiendo la formación de grupos paramilitares leales que pueden reprimir cualquier atisbo de oposición.
El control absoluto sobre el Ejército y la Policía Nacional les otorga poderes ilimitados para sofocar cualquier intento de resistencia. La represión de las protestas de 2018, donde grupos paramilitares armados con equipo militar persiguieron y asesinaron a opositores, es testamento de su crueldad.
La manipulación del sistema judicial y electoral garantiza que cualquier intento de desafiar su autoridad sea inútil. La destitución de opositores y la creación de leyes que limitan las libertades fundamentales son prácticas comunes en su régimen. La reciente aprobación de reformas constitucionales que otorgan más poder al Ejecutivo y limitan la libertad de prensa son claros ejemplos de su autoritarismo.
La comunidad internacional ha expresado su preocupación, pero hasta ahora, las sanciones y condenas no han logrado frenar su avance hacia una dictadura total. Mientras tanto, el pueblo nicaragüense sufre bajo un régimen que ha destruido la democracia y las libertades fundamentales. Es imperativo que la resistencia interna y la presión internacional se unan para restaurar la democracia y los derechos humanos en Nicaragua.